Solitaria y hermosa, la región de Tras-os-montes ha pasado de ser una de las zonas más pobres de Europa a convertirse en uno de los destinos más apreciados del turismo rural.
En el noreste de Portugal se encuentra una de las zonas más aisladas de Europa, una región en la que todavía se pueden encontrar niños conduciendo una yunta de bueyes, manadas de lobos persiguiendo ciervos y donde el tiempo parece fluir más lentamente.
En Tras-os–montes la línea divisoria con Galicia, Castilla y Portugal apenas existe. Si nos introducimos en esta región desde tierras zamoranas no tardaremos en percatarnos que existe cierta unidad cultural entre el lado portugués y el lado español, una unión marcada por la lengua, la gastronomía, la arquitectura y las leyendas. Así, los pueblos que rodean el lago de Sanabria tienen más que ver con la bella Bragança que con Burgos, y Bragança posee más relación con los sanabreses que con Lisboa o Porto.
Tras-os-montes acoge una de las reservas naturales más grandes de todo el territorio lusitano, el Parque Natural de Montesinho, una extensión de 75.000 hectáreas que incluye los municipios de Bragança y Vinhais y que cuenta en su interior con las sierras Montesinho y Coroa. La altitud de estas tierras no demasiado abruptas es de entre 400 y 1486 metros, y están atravesadas por los ríos Sabor, Baceiro, Onor yTuela. Brezales y ‘toxos’ cubren buena parte de este Parque Natural, combinados con amplias extensiones de roble atlántico por donde transita una de las poblaciones de lobo más importantes de Europa occidental. Los amplios paisajes de Tras-os-montes también son recorridos por corzos, ciervos y jabalíes y su cielo es sobrevolado continuamente por buitres leonados, águilas reales y ratoneros.
Si el patrimonio natural es excepcional, el artístico no lo es menos. Estas tierras llevan siendo transitadas por los seres humanos desde el Paleolítico, y dejaron aquí sus huellas celtas, romanos, suevos y visigodos.
La población más importante de esta región es Bragança, una preciosa localidad encaramada en lo alto de un cerro dominado por una fortaleza de aspecto imponente.
La región transmontana presenta dos zonas bien definidas: la Tierra Caliente y la Tierra Fría. Es la altitud la que determina estas áreas, puesto que aquella ejerce una influencia relevante en el clima de cada una de ellas. De un modo general, la Tierra Fría corresponde a las zonas situadas por encima de los 600 metros y que se caracterizan por veranos amenos e inviernos rigurosos, en donde se incluyen los municipios del Alto Trás-os-Montes, como Montalegre, Boticas, Chaves, Vinhais, Bragança, Miranda y Vila Pouca de Aguiar. La Tierra Caliente, con veranos ardientes e inviernos amenos, abarca los valles de los ríos Tua, Sabor y Duero Superior, y es aquí donde se sitúa Mirandela.
En la Tierra Fría se distingue, además, la subregión de Barroso, junto a la frontera con Galicia, formada por los municipios de Montalegre y Boticas, una zona que mantiene interesantes costumbres y tradiciones comunitarias.
Hacia el norte, el este y el oeste, encontramos el Parque Natural de Montesinho, que posee algunos de los más hermosos paisajes de Portugal.
La meseta mirandesa es un mundo aparte, con un idioma propio, reconocido oficialmente, y paisajes de ensueño. El Parque Natural del Duero Internacional, a lo largo de ambos lados de la frontera, es uno de sus mayores atractivos. Otro es la forma como protege y mantiene sus tradiciones, desde el toque de la gaita de foles y la danza de los pauliteiros, hasta la fabricación artesanal de navajas en la aldea de Palaçoulo o la protección de la raza local de burros en Atenor.
También es digna de nota Chaves, ciudad amurallada de la raya, con un centro medieval y un puente romano, así como Mirandela, la princesa del Tua, cuyo vasto espejo de agua ha traído a la ciudad varios campeonatos internacionales de motonáutica. Deben, igualmente, referirse lugares tan austeros y auténticos como Vinhais o Vimioso, esa preciosidad que es el castillo Algoso, Freixo de Espada à Cinta, tierra de los portales góticos, Torre de Moncorvo, capital de los almendros en flor, Macedo de Cavaleiros, Vila Flor o Alfândega da Fé.
En lo que a gastronomía se refiere, empecemos por la tajada o posta: a la mirandesa o a la transmontana, con ajo o aceite, lo importante es que el trozo de ternera sea alto, tierno y lleno de sabor. Luego, tenemos el cocido, la sopa de cáscaras o la fabada. A continuación, los embutidos y los ahumados, además de los platos de caza. Y para terminar, no podemos olvidar los quesos ni los dulces: de huevos o de almendras. La gastronomía, reina de la divulgación turística de la región, puede ser el primer pretexto para visitar esta tierra, generosa en el plato y sencilla en el acogimiento.
En la artesanía, el hombre forja el hierro y modela la madera, mientras que la mujer trata de la seda, teje el lino, borda las telas y ahúma los embutidos en la chimenea. Entre los principales íconos de la región se incluyen, además de los Pauliteiros de Miranda y de los Caretos de Podence (en Carnaval), las Fiestas de los Rapazes, por Navidad y Fin de Año, en las que se usan máscaras y trajes tradicionales.
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