viajes por el mundo: UZBEKISTÁN, viaje por la Ruta de la Seda.

Uzbekistán es una de las partes más exóticas de la llamada “Ruta de la Seda” en Asia Central.
El nombre de Samarkanda evoca a los poetas turcos y persas, a Omar Jayyam, a Gengis Khan, al Imperio de Tamerlán, al filosofo sufí Nasrudín, a esplendores arquitectónicos, a las caravanas de camellos cargadas de mercancías en lento camino a lo largo de la Ruta de la Seda que unía China con Europa.

La Gran Ruta de la Seda que unía Oriente y Occidente atravesaba este país y sus ciudades eran encrucijadas en las rutas de caravanas de la India, China, Egipto, Bizancio, los países eslavos y Arabia. La ruta comercial entre China y Occidente adoptó su nombre de la seda, la mercancía más demandada de China en Europa en la época romana.

Antes de que China abriese sus fronteras al comercio y las caravanas comenzasen a viajar por la Ruta de la Seda, Alejandro Magno ya fundó ciudades en Asia Central. Luego llegarían los Hunos y los Turcos trayendo la nueva religión islámica y se construirían muchas Mezquitas y Madrassas en las ciudades de Samarkanda, Bukhara y Khiva, después destruidas durante la invasión de Gengis Khan en 1220. Su descendiente Timur (también conocido como Tamerlán) reconstruyó las ciudades con el trabajo de esclavos y artistas prisioneros. Tamerlán conquistó Persia, capturó Bagdad y dirigió expediciones a Anatolia y la India. La mayoría de las construcciones de Samarkanda datan del reinado de Timur y su nieto Ulugbek, astrónomo y matemático, y responsable de la construcción de un centro científico en Samarkanda. En esta etapa el desarrollo cultural alcanzó su apogeo.

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En el siglo XIX se integró en el Turquestán ruso y en 1924 se convirtió en república socialista de la extinta URSS.
En 1991 se independiza tras desintegrarse la Unión Soviética y se integra en la CEI. Islam Karimov, antiguo comunista, fue el vencedor de las elecciones de 1995 y revalidó su cargo en las presidenciales de 2000. Las elecciones al Parlamento en 2004 fueron objeto de críticas internacionales por las carencias de estándares democráticos. Existe oficialmente pluralidad de partidos y de medios de comunicación pero con un fuerte control estatal.

Uzbekistán es un país llano, monótono formado mayormente por estepas y desiertos (el de Kizilkum es uno de los mayores del mundo), tras los cuales llegar al delta del Amu Daria es un alivio.
En recónditos rincones guarda alguna de las ciudades más antiguas y espectaculares de la humanidad, pero su población es fundamentalmente rural y se dedica a la agricultura. Las estribaciones de las montañas del Tien Shan y del Pamir, con picos de más de 4.600 metros de altitud, llegan a la zona más oriental del país y es frecuente encontrarse con lagunas y embalses artificiales, ya que el agua es un bien muy preciado que la desecación del terreno ha hecho escaso y de peor calidad. Por aquí, han pasado muchos pueblos: Persas, griegos, árabes, turcos, mongoles, hunos, rusos, etc.

La crueldad es una constante en el pasado de los uzbecos tachonado de masacres y torturas en masa, como las que llevó a cabo el conquistador mongol Timur «El cojo», tristemente recordado por la tétrica pirámide que construyó con 70.000 cráneos humanos.
En el siglo XIX, el imperio ruso y el británico lucharon por el control de la región (El Gran Juego) que el régimen zarista incorporó en 1866, imponiendo una economía especializada en el algodón, con malas condiciones de trabajo para los uzbecos, y que reducía la producción de alimentos, lo que provocó una violenta sublevación contra el zar en la que murieron miles de personas.

En el s. XX con los soviéticos se inició la colectivización de las granjas, las masivas plantaciones de algodón y las purgas de la inteligencia soviética que eran la tónica habitual. El primer movimiento popular no comunista surgió en 1989, cuando se comenzó a utilizar el uzbeco como lengua oficial.

Uzbekistán es un lugar heterogéneo con un rico legado cultural heredado de sus distintos invasores que le ha aportado un ambiente único y especial.
Al recorrer sus ciudades, el viajero percibe un intenso y exótico mestizaje entre lo soviético y lo musulmán que llega desde los edificios a los vestidos o las mismas costumbres. En Bujara, Khiva y, sobre todo, en Samarkanda, se encuentran algunos de los ejemplos más impresionantes de la arquitectura religiosa musulmana. El Islam prohíbe la representación de lo viviente, por lo que el arte tradicional está lleno de formas caligráficas y arabescos. La pintura resurgió en la época soviética y se convirtió en un curioso híbrido de realismo socialista y tradicionalismo.
Casi todo los hombres llevan los «dopy», esos gorros cuadrados bordados en blanco. A las mujeres les encantan los tejidos brillantes de sus batas, siempre utilizadas con pantalones debajo. Curiosamente, el entrecejo se considera atractivo, y quien no lo tiene, se lo pinta.

GASTRONOMIA
La comida uzbeca, al igual que la de toda la región del Asia Central, es similar a la de Oriente Próximo y el Mediterráneo, rica en arroz, especias, verduras, legumbres, yogur y carne a la plancha.
Los platos se basan en plovs (arroz pilaf), kebaks, pasta, estofados, pan artesanal y ricos postres. El té está por todas partes y se suele servir sin leche. A pesar de su herencia musulmana, la mayoría de los uzbecos bebe alcohol (vodka), al menos cuando tiene invitados.

COMPRAS
Espectaculares tejidos bordados, alfombras, especias y delicada artesanía pueden encontrarse por doquier en cualquiera de los bazares de las grandes ciudades, los lugares donde mejor se aprecia la esencia de los distintos pueblos que en ellas conviven. Las alfombras de Bujara tienen una reconocida fama.

Realicé el viaje por Uzbekistán en abril de 2012, visitando algunos de los lugares más emblemáticos: Tashkent, la capital, Samarcanda, Shakhrisabz, Bujara y Khiva.
Para hacerte una pequeña idea de lo que fue la Ruta de la Seda, los imperios mongoles y los pueblos nómadas de Asia Central, nada mejor que viajar a este hermoso país.