Llegamos a Addis Ababa, vía Amsterdam, con la KLM. Primer contacto con la población, se nos "aparece" Elías, no el profeta precisamente, que se nos ofrece desinteresadamente como guía de la ciudad y conseguidor de todos nuestros deseos. Al final, después de un día en el que le invitamos a comer y a beber, nos sacó una buena propina por sus servivios.
Negociamos dos todoterrenos (eramos 6 viajeros) Toyota Land Cruiser, el mejor vehículo para transitar por África, y yo diría por cualquier lugar del mundo. El estado de los coches era lamentable, pero cumplían su función. Los chóferes no conocían la ruta que queríamos hacer, no hablaban inglés y nosotros estábamos en Prescolar de amariña, el idioma de los etíopes, así que había "buen rollito" entre ambas partes.
Después de visitar el Museo de Arqueología, donde está Lucy, el primer homínido terrestre (bueno, ahora se ha descubierto otro), comer injera, el plato nacional, visitar algunas iglesias ortodoxas y el hotel Sheraton, para sacar dinero del cajero bancario (el único que hay en toda Etiopía), nos ponemos en camino hacia el sur, donde se encuentran las etnias tribales más interesantes del país.
Comemos en el resort del Lago Langano, buen pescado y llegamos hasta Awasha, donde nos alojamos en unos bungalows junto al lago. Preciosa puesta de sol, tomando unas birras y por la noche, después de cenar y tomar el chupito correspondiente, no por vicio sino por prescripción facultativa para combatir la malaria, tremendo aguacero para regresar a los bungalows.
Un día completo para empezar el viaje.
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