Dakar es moderna, urbana, ancha y con múltiples actividades que ofrecer.
El centro es relativamente pequeño y muy fácil estructuralmente, de ahí que una de las mejores recomendaciones para el turista sea un recorrido a pie por sus calles. Durante la noche, cafés y clubes son los lugares más recomendables.
Su casco antiguo, conocido como Le Medina, es el lugar en el que experimentar la vida cotidiana de la ciudad. Entre calles estrechas llenas de gente destaca uno de los edificios religiosos más importantes, la mezquita Mosquee Grande construida en 1964 con un minarete que se ilumina por la noche.
El Museo IFAN de la ciudad, Instituto del África Negra, en la Place de Soweto tiene un magnífica colección que refleja la rica herencia cultural de África con máscaras, estatuas, instrumentos musicales, heces e implementos agrícolas de todo el continente occidental. A poca distancia del museo se encuentra la casa blanca o Palais Presidentiel, el Palacio Presidencial, construido en 1906 entre preciosos jardines. Un enorme edificio de estilo colonial, antigua residencia del gobernador general del África Occidental Francesa, que es hoy la residencia oficial del presidente.
Se puede visitar el colosal monumento del renacimiento africano, dedicado a la liberación de África de los colonizadores europeos y al final de la esclavitud. Un monumento controvertido construido por Corea del Norte. Con una estatua sin ningún rasgo africano pero más alto que la Estatua de la Libertad de Nueva York.
Desde Dakar el transporte diario te facilita el acceso a cualquier parte del país.
La ciudad es ruidosa, a causa del mucho tráfico y los vehículos arrojan humos por los escapes, haciendo difícil la respiración.
La isla de Goreé: No muy lejos de Dakkar, a una media hora en barca, está la Isla de Goreé. Muchos se acercan a sus costas huyendo del ajetreo de la capital o simplemente por el hecho de disfrutar de un lugar histórico sin coches y con poco más de mil habitantes. La isla, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue descubierta por los portugueses en el S.XV pero tendría que transcurrir casi un siglo antes de que se asentara el primer almacén europeo. Estas Compañías llegaban de la mano de los gobernantes para hacer trueque de mercancías con los pueblos africanos de la costa. Intercambiaban hierro y armas por oro, marfil, plumas de avestruz…
En el S.XVIII la necesidad de mano de obra barata en las plantaciones de América hizo que el comercio de esclavos se disparara y con él aumentó la bonanza de la pequeña comunidad de Goreé. De aquellos tiempos se ha conservado como muestra de horror y vergüenza la Casa de los Esclavos, un terrible lugar donde hacinaban a la gente de color antes de enviarla en barcos hacia el otro lado del Atlántico. Personalidades del mundo entero han llegado hasta sus muros plagados de terribles historias para pedir perdón o justicia ante los crímenes cometidos; algunos, como Nelson Mandela, no pudieron contener las lágrimas.
Al otro lado de la villa, en el malecón, la vida sigue entre casas bañadas por azules y rojos. Se respira ambiente de mar, de música, estallan las risas. En los restaurantes del puerto el marisco está recién pescado y a punto para ser disfrutado. Por la tarde llega la sesión de compras en las mil y una tiendecitas del interior. Collares, muñecas con trajes típicos y las especiales pinturas de vivos colores de los artistas locales.
Aparte del horrendo tráfico de esclavos, Goreé es famosa también por las signares, (senhora, en portugués). mulatas que se casaban con los europeos (provisionalmente) hasta que dejaban Senegal. Acumularon muchas riquezas y poder, organizaban fiestas y hay hasta leyendas, como la del caballero de Boufflers. Para saber más, hay que leer: http://www.elmundo.es/viajes/2002/12/1034070198.html
Hoy día, Goreé vive del turismo, ya que hay muchos puestos de artesanía con obras de calidad, restaurantes, hoteles y bares para hacer más agradable la estancia.
+ INFO: http://www.elmundo.es/motor/2000/MV180/MV180-12.html
http://www.viajarsenegal.com/dakar.php
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