Casi siempre cubierta por la niebla, como fue nuestro caso, cuando se disipa se puede ver el volcán Etna o la costa de Túnez, con una magnífica visión del mar, que era lo que divisaban los navegantes al llegar a Sicilia por la costa oeste.
Se puede llegar a Erice por medio de un funicular o por carretera desde Trapani. Se aparca a la entrada y se visita a pie.
Erice, una ciudad antigua a medio camino entre historia y mito. La leyenda cuenta que fue Erice, hijo de Afrodita, el que fundó la ciudad erigiendo un templo dedicado a la madre. Construido en el borde de un peñasco escenográfico, el antiguo templo ha dejado su lugar a lo que hoy es el Castillo de Venus (Castello di Venere), de época normanda, que destaca en un
panorama increíble.
Calles estrechas empedradas, que siguen recorridos tortuosos entre casas de piedra, claustros y arcos inesperados. Resulta sorprendente la gracia de los patios de las casas, embellecidos con esmero por flores y plantas.
Entre las callejuelas se cuentan más de 60 iglesias y se admiran las fachadas de las casas patricias, en una superposición de estilos que van desde el gótico, al renacentista, al barroco.
En todas las panaderías se pueden comprar los mustazzoli, aromáticas galletas de la típica pasta dura y crujiente que combinan muy bien con el café con leche matutino.
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