La forma de acceso más corriente, a pie, se lleva a cabo cruzando un antiguo y hermoso puente de piedra que une el pueblo con otras localidades y que permite a quien lo transita disfrutar de uno de los paisajes más abruptos y hermosos del país. Las vistas son inigualables mientras se atraviesan las nubes que a esas horas de la mañana recubren los picos y los difuminan bajo un suave manto de espuma. Cada kilómetro de descenso supone una nueva sensación ante lo que se va descubriendo.
Los yemeníes gustan construir sus viviendas en lugares complicados, y Shihara constituye uno de los ejemplos más patentes de este arte. Esta población fortificada se encarama en la cumbre de una montaña de 2.600 m de altitud, prácticamente inaccesible desde la falda. Se utilizó como base de la resistencia a los otomanos durante los siglos XVI y XVII, así como cuartel general de los monárquicos durante la guerra civil de la década de 1960.
Si bien su emplazamiento resulta asombroso, su arquitectura es simple. Los edificios de piedra se elevan hasta cinco pisos, pero la decoración se limita a frisos deteriorados y revoques blancos, que componen claros ejemplos de una forma arquitectónica muy tradicional y arcaica propia de las montañas yemeníes. En la actualidad, la población se divide en dos, y cada una ocupa una cumbre. Un profundo desfiladero las separa, franqueado por un puente de piedra construido en el siglo XVII, una notable proeza de ingeniería.
Para subir a Shihara, tuvimos que cambiar de vehículo. Dejamos nuestros toyota landcruisers abajo y tuvimos que remontar las montañas en unas pickups 4x4 que eran propiedad de los beduinos que administraban la entrada a su pueblo.
Nos alojamos en un fonduk, hay muy poco alojamiento en Shihara y pudimos disfrutar de un atardecer y amanecer, desde lo alto del pueblo. Una caminata hasta el puente de piedra e iniciamos el descenso.
+ INFO: https://en.wikipedia.org/wiki/Shaharah
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